A lo largo de estos años de proceso creativo de Sal en la memoria hubo muchos momentos complicados: seleccionar las fotos, organizar el contenido, encontrar financiación… Pero quizás de los momentos más complejos fue aunar dos enfoques tan diferentes como el de Jorge Meis y el mío. Aún teniendo claro que centraríamos el libro en el mar y la nostalgia, dos de los temas muy presentes en las fotografías de Jorge y que yo sentía que podía explorar, era cuestión de tiempo que surgieran las dificultades.
Distintas visiones
A pesar de lo mucho que nos une a Jorge y a mí, en muchos sentidos, la forma en que desarrollamos nuestro trabajo creativo resulta muy diferente: si Jorge se deja llevar por aspectos oníricos, seducido por la luz que inunda sus fotos, en una forma de ver la realidad que lo eleva por encima de un mundo muchas veces desagradable; yo tiendo a sumergirme en el fango, explorando las emociones más desasosegantes y buscando el contacto con la realidad más cruda. Si Jorge pone el foco en la intensidad de la luz en medio de la tormenta, yo elijo la oscuridad de las nubes que amenazan con desplomarse sobre nuestras cabezas. Esta forma tan contrapuesta que Jorge y yo tenemos de mirar la realidad complicó las cosas.

Un proyecto complejo
También influyó el modo en que planteamos el trabajo. Hay que tener en cuenta que ni Jorge ni yo habíamos trabajado nunca juntos y que, a pesar de que somos amigos desde hace décadas, siempre nos hemos acercado mutuamente a nuestro trabajo como meros espectadores. Apenas conocíamos los elementos profundos que subyacen en nuestras propuestas creativas. Además, la distancia, la (eterna) falta de tiempo y algunas de nuestras peculiaridades personales condicionaron la manera en que sacamos adelante un proyecto que, por otra parte, nació de la única voluntad de hacer algo en común, sin ningún otro armazón filosófico o estético previamente pactado.
Desde un principio yo supe que me tocaba a mí tirar del carro porque Jorge llevaba años alejado de los proyectos públicos. Es un autor exigente que prefiere guardar su obra en un cajón a hacer con ella algo con lo que no se siente cómodo. Por eso, en un primer momento, delegó en mí la selección de las fotografías y el diseño de un hilo conductor que le diera al libro coherencia. Mi apuesta fue crear una historia de ficción y que la unidad llegara por aspectos narrativos. La oscuridad de mis textos provocó el primer desajuste.
Aunar visiones
Cuando Jorge leyó mi propuesta no se identificó con ella, ya que para él las sombras cumplen una función compensatoria. Si Jorge trabaja con emociones que lo acercan a la plenitud, yo exploro la angustia, la rabia y la tristeza. Es difícil sentirse cómodo cuando alguien busca en su obra la parte luminosa de la vida y, en ese diálogo que siempre se establece con una obra de arte, la réplica recibida se centra en las sombras que rodean la existencia.
Si conseguimos ponernos de acuerdo en nuestro trabajo en común, a pesar de que las emociones que exploran los textos, poco o nada tienen que ver con las que Jorge quiso reflejar, fue porque los dos somos conscientes de la importancia del contraste: las fotos de Jorge no serían nada sin la parte oscura que hace destacar sus luces más brillantes; y mis textos me resultarían insoportables si no hubiera una luz de esperanza en ellos, por tenue que sea.
Si Jorge Meis y yo logramos entendernos, pese a todo, en el plano creativo, es porque ambos conocemos muy bien el placer y el dolor, el tormento y el éxtasis, que nuestra costa atlántica ofrece. Así hemos querido plasmarlo en Sal en la memoria, como la pequeña crónica de un tiempo pasado que heredamos y que, de alguna forma, continúa viviendo en nosotros, con sus luces y sus sombras. Un pequeño reflejo de lo que un día simbolizaron para nosotros las aguas que bañaron nuestra orilla.
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